lunes, 1 de octubre de 2012

Bioseguridad


Encrucijadas de la vida
Algunos hablan de paranoia. Otros ignoran los peligros; pero quien posea un mínimo de sentido común sabe que en este mundo complejo —y un tanto insólito— toda precaución es poca.
 

  Tal vez los peligros biológicos sean los más insondables porque se desatan en la guerra y en la paz; entre ateos y creyentes, igual en los polos que el abrasador desierto; en medio de zonas urbanas o en remotos parajes de la Amazonía. Aparecen empuñados por legiones organizadas en guerras secretas; blandidos por pequeñas agrupaciones terroristas o en manos de solitarios snipers del bioasesinato. Saltan a escena en sencillas instalaciones médicas de atención primaria y secundaria o en complejos laboratorios donde se manipulan genéticamente organismos vivos.
El Pez-León, invasor
  Por un pequeño error o por un descuido del tipo ¡quien-iba-a-pensar! escapan sin control de una redoma y como genios del mal —tóxicos, alergénicos o con alteraciones de nutrientes— afectan a especies que no entraban en los cálculos y también, de rebote, a seres humanos y al ecosistema. Pudieran arribar a lomos de animales exóticos —por introducción de contrabando o por invasión natural—, o de especies, subespecies, variedades o razas, por vía institucional, sin que medie un profundo análisis ecológico o un sencillo protocolo de procedimientos.
 Para enfrentar tales inseguridades valen las preocupaciones éticas, sociales y religiosas; ayudan las estrategias económicas sostenibles y sobre todo la responsabilidad de los científicos y tecnólogos.
  Sin embargo no basta.
  Y la humanidad, precavida, inventó la palabra bioseguridad y la convirtió además en una disciplina para que se ocupara de prevención y control de riesgos biológicos.
                                    …navega Cuba en su mapa
  El archipiélago cubano es escenario de varias encrucijadas que obligan a colgarse del cuello el pesado pero obligatorio lastre de la alerta biológica. Tal vez la más difícil —por sutil— transite por la órbita geopolítica de EE.UU., en una guerra contra Cuba sobre la que no caben ya más suspicacias.
Sin embargo existen otras, de la cuales dos son enormes.
  Por encima de la isla y sus cayos adyacentes cruzan dos rutas de aves migratorias —la de la costa Atlántica y la del Mississippi— con cuatro corredores fundamentales: la Península de Guanahacabibes (Pinar del Río), la Península Hicacos (Matanzas), Archipiélago Sabana-Camagüey y Gibara (Holguín). Monumentales y diversas bandadas de aves cruzan de Norte a Sur o viceversa y hacen escala. Tienen ruta habitual en etapa de migraciones 85 especies residentes invernales, 75 transitorias regulares y siete visitantes ocasionales —mayormente del norte—; ocho especies de Sudamérica residentes de verano se suman al ajetreo, más las que hacen aterrizaje forzoso y aquí se quedan por días. Algunos inconscientes realizan capturas, por deporte o con ánimo de lucro. Son miles de pájaros, posibles portadores de agentes patógenos para los cuales la avifauna cubana pudiera no tener defensas naturales.
  Los incrédulos se ríen, pero la experiencia recuerda que en Asia un día circuló así el impresionante desparrame del virus letal de la gripe aviar.
  Se afirma que cerca de 70 por ciento de las enfermedades emergentes y re-emergentes que se presentan en el mundo constituyen zoonosis, afecciones trasmitidas por animales, entre ellas la temible fiebre del Nilo Occidental.
  Expertos estiman que en una reincidencia del virus de la gripe aviar «Hipotéticamente podrían morir 70 000 000 de personas».
                                               ¿Gajes del oficio?


  Otro de los campos de riesgo está en el amplio sistema de salud cubano. Diariamente se procesan gran número de muestras de material infeccioso en laboratorios clínicos y de microbiología.
Un estudio sobre seguridad biológica, dio por resultado la necesidad de aumentar la cultura en este tema entre laboratoristas —con programas de capacitación incluso para directivos—, entre los cuales un «derrame de material infeccioso, roturas de tubos con cultivo, pinchazos con agujas hipodérmicas y difusión accidental de aerosoles infectivos en ambiente laboral» son parte del margen de error. En todos los casos se demuestra que los peligros se minimizan a partir de técnicas y procedimientos correctos, diseño adecuado de instalaciones y facilidades de laboratorio.
Cierto es que la práctica de prever riesgos biológicos venía ya desde 1848.
  Poco después de la muerte del sabio cubano don Tomás Romay —promotor de las vacunas en Cuba—, la vigilancia epidemiológica en la Isla se encomendó a juntas de sanidad, encargadas de fiscalizar la vacunación obligatoria a todos los esclavos que llegaban a puerto, como condición previa para su venta y, en caso de síntomas de viruela, esclavos y tripulantes debían pasar por igual la más rígida cuarentena.
  Siglo y medio después, un sistema de seguridad biológica nacional estructura todos los posibles modos de contrarrestar riesgos en esa área.
  En los niveles superiores del sistema está el Centro Nacional de Seguridad Biológica (SNSB), institución encargada de «organizar, dirigir, ejecutar, supervisar y controlar las medidas encaminadas a dar cumplimiento a las obligaciones contraídas por la nación en el concierto de normas e instrumentos jurídicos internacionales relacionados con la seguridad
biológica».
  El Decreto Ley No. 190 de la Seguridad Biológica legisla sobre el «uso, investigación, ensayo, producción importación y exportación de agentes biológicos y sus productos, organismos y fragmentos de éstos con información genética».
  El complejo entramado jurídico incluye una Lista Oficial de Agentes Biológicos y varios reglamentos para «uso confinado de microorganismos e invertebrados, de plantas y animales transgénicos y para el otorgamiento de autorizaciones de seguridad biológica».
  Pero el campo de acción es muy grande.
  La cultura de seguridad biológica es a juico de expertos la piedra filosofal: nunca termina y siempre comenzará por la educación y acceso a la información, para una verdadera participación pública, formadora de la conciencia ciudadana.

Las aves que con mayor probabilidad migran al Sur y tiene a Cuba como tránsito o destino, son las que se reproducen en los EE.UU…. De las especies de aves de donde se ha aislado el virus del Nilo Occidental en ese país, más de 60 llegan a Cuba… Entre los sitios del archipiélago cubano donde cada año llegan un gran número de aves en la época de migraciones, se encuentra el municipio Guamá, en el Oriente de Cuba…En esta localidad se han identificado varias especies de mosquitos…El ciclo endémico de la enfermedad del Nilo Occidental se mantiene a través de mosquitos ornitofílicos…De 4 géneros de mosquitos de donde se ha aislado el virus en EE. UU., 7 especies están presentes en Cuba…
Fuente: http://www.bvs.sld.cu/revistas/mtr/vol58_1_06/mtr06106.pdf


martes, 10 de julio de 2012

Polvo del Sahara en el Caribe


 Un poco del Sahara… en Cuba
 
Anualmente se dispersan por varias partes del planeta más de 3 mil millones de toneladas de polvo procedentes del desierto del norte africano. Llamadas Tormentas de SAL (Sahara Air Layer, por sus siglas en inglés), estas «Capas Aéreas del Sahara», vuelan incluso por sobre el océano Atlántico y llegan hasta el continente americano.
Al despegar de África, la tormenta de polvo aprovecha fuertes corrientes de aire sumamente seco y caliente para ascender. En su desplazamiento sobre el océano se encuentra con masas de aire más frío sobre las cuales se desliza como en un colchón, pero sin trascender otras corrientes aéreas heladas a mayor altura. Entonces se acomoda en esta especie de «pista» que muchos denominan jet de bajos niveles.
Al final del trayecto, la nube de polvo desértico cae como un amplio abanico 
que va desde La Florida hasta la zona amazónica, incluido el Mar Caribe, sus islas y sus ecosistemas.
El viaje se produce, generalmente, entre marzo y agosto, pero los meses de mayor volumen son junio-julio.
Cargadas de mala fama y en dependencia de sus «zonas-fuentes», las Tormentas de SAL —en realidad un polvo muy fino, respirable— pueden traer carga biológica si vienen de zona sur —desierto del Sahel— en forma de esporas, polen, hongos, estafilococos, virus y otros contaminantes orgánicos, pero también, si proceden del Sahara argelino —norte—, traen minerales como el calcio y metales pesados incluyendo hierro y mercurio; a esto, varios expertos lo denominan irónicamente polvo «limpio».
Sin embargo algunos le conceden a las tormentas ciertas virtudes. De lo que viene a América la mayor parte queda en el océano, pero los expertos calculan que 50 millones de toneladas caen solo en la amazonía, con un curioso balance de nutrientes, de muchos modos beneficiosos para la enorme masa verde del pulmón del planeta. El polvo también fomenta la creación de suelos en zonas rocosas.
Sobre el mar tiene un efecto «fertilizante» al depositar grandes cantidades de hierro que interactúan con determinadas bacterias, formando compuestos nitrogenados, ideal para la profusión de fitoplancton; con ello  se dispara la base de la cadena alimentaria; pero… según afirman los científicos es tanta la cantidad de hierro que en muchas ocasiones se rompe el equilibrio y también hay grandes floraciones de algas tóxicas que provocan las llamadas  mareas rojas,  con alta disminución del nivel de oxígeno en el mar.
En cambio, no se conocen cifras exactas de lo que llega a la cuenca del Caribe. En verdad son millones de toneladas… y de preocupaciones.

Para el experto cubano Eugenio Mojena López, las Tormentas de SAL tienen a su favor inhibir la ciclogénesis, es decir, la formación de ciclones e incluso pueden destruir huracanes ya en desarrollo: «hay que verlo en dos procesos —dice—; por un lado ese aire fuerte, caliente, seco y polvoriento interfiere en la formación de los ciclones que necesitan de ciertas condiciones estables de humedad para su formación; pero también destruye los huracanes ya formados, porque introduce vientos muy fuertes dentro del sistema y sobre las columnas de sus vientos giratorios».
Sin embargo, para este meteorólogo de origen, también este polvo, por inhibir la lluvia fomenta las sequías. En su opinión, «todo hay que analizarlo integralmente, pues la cuestión tiene que ver con las incidencias en humanos-plantas-animales, es decir del ecosistema completo, sobre todo en el tema salud.
Según Mojena López, Doctor en Ciencias Físicas, especialista en percepción remota y estudios de la tierra según datos satelitales, al país le urgen investigaciones más profundas. «Nos faltan mediciones de superficie. Los pocos datos están muy dispersos. Los cotejos que hemos hecho en Cuba  no han sido en serie, no son sistemáticos ni están estructurados.
«El último estudio grande —entre 2005 y 2010— indica que han sido menos intensas las tormentas de polvo del desierto africano, pero no quiere decir que sea poco lo que llega. Las observaciones en Guantánamo, por ejemplo, nos llevaron a comparar la llegada de polvo y la concurrencia por casos de asma a centros asistenciales. Hubo aumento y ocurrió en varios años seguidos, fuera de los meses de invierno, algo que, según datos obtenidos, coincide en todo el arco de Las Antillas. Hay zonas en Cuba donde se presentan picos de incidencia  de casos de asma bronquial en determinadas edades —en grupos de 1 a 4 años y en mayores de 65—, coincidentes con la llegada de polvo desértico en el verano.
«Hay algo que no podemos obviar: el asma en el país ha aumentado varias veces ¿Cuánto puede estar vinculado a la presencia de polvo del desierto? ¿Cuál es la zona «fuente»? ¿Qué componentes tienen? Cuando el mundo desarrollado se ocupa de estos problemas, utilizando recursos financieros, tecnológicos y humanos, por algo será. Soy colaborador de una universidad de Puerto Rico y ellos se emplean a fondo mediciones en relación con el polvo que nos llega del desierto del Sahara. Pero no solo eso: realizan cálculos y observaciones desde que la tormenta de polvo se aproxima a este lado del Atlántico y al momento de su llegada; luego contrastan estos datos con las observaciones hechas en las zonas-fuentes. Utilizan eficientemente las  informaciones del llamado Tren-A, es decir una constelación de satélites —de cuyos datos nos beneficiamos también los cubanos— para observar todo lo relacionado con las tormentas de polvo de los desiertos africanos.
«La idea es tomar las precauciones ahora y no esperar a que ocurra un desastre. Cualquier evento atmosférico que se presente en la zona del Sahara durante el verano puede afectarnos a nosotros en ocho días, aproximadamente.
«Recomendamos estricto monitoreo de las tormentas de polvo; sobre todo mejores mediciones biológicas, pues son partículas respirables, que caen desde Punta de Maisí al Cabo de San Antonio y de algún modo nos pueden estar afectando». 
                                                                           Texto, infografía y foto: Jorge Sariol

martes, 19 de junio de 2012

Cumbre de la Tierra Río+20

Decálogo del pesimista
En pocas horas se desarrollará en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable. Conocida como Cumbre de la Tierra Río+20 y  considerada por muchos el encuentro más grande de la ONU del 2012, pudiera ser otra reunión llena de buenas intenciones por solucionar los problemas que abrieron el siglo XXI y conseguir además lo mucho que no se logró en los últimos 20 años.
Por Jorge Sariol  sariol@enet.cu
Soy desconfiado. Me pregunto de qué valen estas cumbres.
Los  organizadores de esta  Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, conocida como Cumbre de la Tierra Río+20 aseguran desde documentos oficiales, que servirá para establecer «un mundo de prosperidad, paz y sustentabilidad», a partir de tres premisas fundamentales: el fortalecimiento de los compromisos políticos en favor del desarrollo sustentable, el balance de los avances y las dificultades vinculados a su implementación y finalmente la búsqueda de respuestas a los nuevos desafíos emergentes de la sociedad. Y como eje central se esgrimieron dos aspectos medulares: «una economía ecológica con vistas a la sustentabilidad y la erradicación de la pobreza y la creación de un marco institucional para el desarrollo sustentable.
Es decir, estas —y otras cumbres— sirven para cambiar al mundo.
Seré receloso, pero en esas estamos desde la conferencia de Johannesburgo (2002), el Protocolo de Kioto (1997) y también luego del anuncio del fin de la guerra fría en 1989.
 «Todas formas de luchas son válidas» repite en la eternidad el gran Vladimir de la Revolución de Octubre, pero eternidad es un concepto sinfín que no contempla ni a la humanidad ni al planeta y tampoco al universo, que ya tuvo tangibles nociones de un big-bang.
Soy pesimista; después de Río+20 nada va a suceder, en profundidad, a menos que…
1—…aparezca un concepto abarcador y equilibrado de Desarrollo Sustentable[1] para ese otro mundo posible —y merece que sea probable—, y resuelva la controversia entre ganancias a corto plazo y beneficios a largo plazo. Entre necesidades humanas y necesidades de los ecosistemas, entre intereses de los negocios, necesidades de la sociedad y la salud ambiental. Entre los derechos individuales de propiedad y derechos de la sociedad. Entre límites políticos y ecológicos; centralización y descentralización y entre gobierno y sociedad civil, en la toma de decisiones. 
2—… prospere una solución sustentable para el problema energético, y la ONU pueda ocuparse, en vez de preocuparse[2] «porque, en los países en desarrollo, más de tres mil millones de personas dependen de la biomasa tradicional para cocinar y como fuente de calefacción; porque mil quinientos millones de personas carecen de electricidad y porque millones de pobres no pueden pagar estos servicios energéticos modernos, incluso si están disponibles.
3—…prospere una opción sustentable para la explotación de la tierra de modo orgánico. La «agroecología», como alternativa a la agricultura convencional, es la llamada a sanar la brecha que va dejando un manejo irresponsable de cultivos transgénicos, biocombustibles y sistemas de riegos que consume cerca del 80 por ciento del total del agua empleada por la humanidad, práctica que gasta además más del 30 por ciento del combustible requerido en la agricultura.
4—…prospere una solución sustentable para el acceso al agua, cuando más de mil millones de personas carecen de acceso a agua potable y la demanda de agua se elevará a 64 millones de metros cúbicos al año, a pesar de que la Asamblea General de la ONU reconoció —28 de julio, 2010—, el acceso al agua potable como un derecho humano básico e instó a garantizar que las personas puedan ejercerlo.
5—…prospere una solución sustentable en la consecución de la soberanía alimentaria. Según el Programa Mundial de Alimentos, con menos del uno por ciento del aporte económico que las naciones industrializadas han hecho para salvar el sistema financiero internacional, se podría resolver la crisis que viven millones de hambrientos
6—…desaparezca la barrera entre conocimiento científico y tradicional y se entienda que la ciencia y la tecnología son procesos sociales y no negocios.
7—…retroceda  la pérdida —continua— de la diversidad biológica con todas las repercusiones sociales, económicas, ambientales y culturales que entraña. Detener el mal no ocurrirá por obra y gracia de lo fortuito; precisará de medidas concretas ya pensadas desde antes del 2010 declarado Año Internacional de la Diversidad Biológica y que ha servido de poco.
8—…despierte la conciencia individual de tanto consumismo y la conciencia social de tanto desafuero.
9—...cambie y se democratice la ONU, promotora de estas cumbres. A Naciones Unidas le cuesta cada vez más arbitrar. Más de mil millones de personas sobreviven en la extrema pobreza. El norte se apropia cada año de más del 40 por ciento de los recursos naturales del sur. Los países desarrollados gustan de poner las reglas de lo que debería hacer el tercer mundo, delimitando objetivos, indicadores y metas en términos ambientales —cambio climático, la utilización de los recursos naturales y la contaminación—, y por demás, conceptualizan pautas económicas y sociales a seguir.
10—…ocurra una revolución mundial. Sin igualdad social no podrá haber desarrollo sustentable. El cambio es político e ideológico, de sistemas socioeconómicos, no de gobiernos y democracias más, democracias menos.
Es decir, para que haya desarrollo sustentable, primero tendrá que haber gobiernos sustentables.

Soy —era— pesimista luego de la primera Cumbre de la Tierra en 1992, pero un pesimista radical, de los que tiene por bueno martillar en los oídos de las malas conciencias y tocar fondo en las almas buenas.
Lo que pasa es que ya no basta.



[1] Una conceptualización normalmente aceptada de Desarrollo sustentable dice que «depende del uso, conservación y ampliación de los recursos de la comunidad, así como el mantenimiento de los procesos ecológicos de los cuales depende la vida, que permitan incrementar la calidad de vida ahora y en el futuro».
[2] Preocupada, Naciones Unidas decidió proclamar el año 2012 Año Internacional de la Energía Sustentable para todos. Resolución aprobada por la Asamblea General [sobre la base del informe de la Segunda Comisión (A/65/436 y Corr.1)] 69ª sesión plenaria,
20 de diciembre de 2010.

domingo, 18 de marzo de 2012

Economía ecológica

Un link imprescindible
El Dr. en Ciencias Eduardo López Bastida, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la universidad cubana Carlos Rafael Rodríguez, de la provincia de Cienfuegos posee una oralidad peculiar: la rapidez con que elabora sus ideas desborda su locución. Y no tiene pelos en la lengua. Por algo su investigación Una mirada a América Latina desde la economía ecológica, fue premio del Concurso Internacional Pensar a Contracorriente  2012*.


«La economía tradicional —advierte López Bastida— se ocupa de leyes reguladoras de la producción, distribución y consumo de las riquezas. Sin embargo, ante el deterioro del medio ambiente y la creciente desigualdad social, el sentido común aconseja promover crecimiento económico, con equidad social y sustentabilidad ambiental. Eso es desarrollo sostenible».



—¿Será que economía y ecológica resultan ámbitos mal conectados?

Sucede que en nuestras facultades de Economía, desgraciadamente todo el contenido es netamente empresarial. A lo que más se llega es a cursitos optativos para la educación ambiental.

Desde el punto de vista académico, internacionalmente existen dos formas de enfrentar el dilema. Una prepara ingenieros ambientales, a los que se les da un barniz de todo, mientras al resto de las especialidades no se les ofrece nada. Significa crear «contaminadores» y «descontaminadores». En Cuba, por el contrario, compartimos la idea de dar a cada carrera fundamentos para entender el problema ambiental. Desde luego, eso implica que el 100% de los profesores debe tener una sólida formación ambientalista y solo el 50% del claustro cubano entiende su importancia. Yo soy un ingeniero químico que decidió dedicarse a entender y hacer entender la necesidad de nuevos paradigmas. En nuestra facultad de Cienfuegos es propósito y sé de buenas experiencias en Pinar del Río.

 —¿Se admite ya la necesidad de una «economía ecológica»?

Seguro. Es una ciencia muy nueva empeñada en conectar lo ambiental, lo social y lo ecológico. Te advierto: no se trata de renunciar a los recursos naturales. Hay que hacer minería, pero sustentable. Conozco experiencias en Centroamérica donde empresas mineras solo entregan el 1% de regalías para la protección del medio ambiente. No estoy en contra de los biocombustibles; estoy en contra de que predominen sobre la producción de alimentos.

 —¿Qué tan complicado puede ser el caso Cuba/desarrollo sostenible?

Es muy controvertido. Si comparamos los índices internacionales, tenemos los mejores indicadores en equidad y en sostenibilidad ambiental, pero ¡son tantos y disímiles los elementos para evaluar la sustentabilidad! Si partimos de un parámetro establecido por la Universidad de Yale, que titularon Índice de Desempeño Ambiental —muy riguroso—, en el 2010 teníamos el noveno lugar. En el 2006, otro parámetro llamado Relación Huella Ecológica/Índice de Desarrollo Humano —y que mide salud, esperanza de vida y Producto Interno Bruto—, situaba a Cuba entre los 51 países con alto desarrollo humano, y por suerte con una huella ecológica inferior a nuestra biocapacidad de carga. El resto de los 51 países tenían Índice de Desarrollo Humano ¡usando más de un planeta para conseguirlo!

 —Traduzcamos: ¿qué es «biocapacidad de carga»?

Biocapacidad de carga es la tierra que nos toca; huella ecológica es la tierra que utilizamos para reciclar desechos y para la vivienda; para producir alimentos de origen animal y vegetal; espacio de mar para pesca; cantidad de CO2 que generamos; consumo de combustible fósil y demás recursos naturales.

Todo eso es huella ecológica. Si es superior a la biocapacidad de carga, las cosas irán mal. Los países del Primer Mundo se exceden y la de Estados Unidos, por ejemplo, es cinco veces más grande que la biocapacidad promedio ¡del planeta!, lo que simboliza políticas totalmente insostenibles.

Ahora, la experiencia nuestra dice que cada cubano necesita 1.9 hectáreas para vivir. Pero ese número por sí solo no significa mucho. Hay que compararlo con la biocapacidad del archipiélago, es decir, el área que tiene Cuba, entre sus habitantes. Cuando comparamos nuestra huella ecológica con nuestra biocapacidad, ambas están en equilibrio.

El problema es que no somos Brasil, Argentina o Venezuela, territorios inmensos, que pueden darse lujo de tener tierras ociosas; aquí importan porque no cuentan en la biocapacidad: Ni podemos tener tampoco baja productividad, porque la biocapacidad depende de lo obtenido de la tierra.

Si Cuba posee un millón de hectáreas de tierras ociosas; si la productividad de la caña es de 30 toneladas por hectárea —en Guatemala es de 85 toneladas por hectárea—; si el rendimiento de la yuca es más bajo que el de Haití, significa que la biocapacidad ha bajado a la mitad en 10 años. Elprimer reto ecológico de Cuba es, entonces, aprovechar la tierra.

El segundo es que la huella ecológica no contempla los recursos hidráulicos, por lo tanto hay que pensar en otro concepto más: la huella hídrica, es decir, el consumo de agua por persona. En este punto Cuba es el país de América Latina que deja mayor huella hídrica, casi igual a la Estados Unidos, entre otras cosas porque el 53% del agua se despilfarra por mal estado de las redes y de ello el 23% se bota en las casas.

La cuestión es que no existe una política estatal para evitarlo, porque reparar y comprar lo necesario cuesta más de la mitad de un sueldo promedio.

Si a esto le agregas que por cada metro cúbico de agua desperdiciada, se gastan 40 centavos de dólar —porque el agua hay que bombearla con maquinaria que usa combustible fósil— hay que buscar una solución urgente porque la cuenta daría miles de millones de pesos perdidos.

 ¡Escandaloso! Ni hay economía ni hay ecología. ¿La solución será subvencionar los materiales como concepción de la economía ecológica?

 —Todo lo anterior es escandaloso… ¿e insoluble?

La economía ecológica está en total concordancia con los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución; sin embargo, en ellos se habla poco de sostenibilidad, y en el fondo estoy de acuerdo, porque nuestros problemas económicos son más graves que los problemas de sustentabilidad. Si no resuelves unos no llegas a enfrentar los otros.

Mi temor es que cuando resolvamos nuestros problemas económicos —y estoy convencido de que vamos a resolverlos— ¿seremos un país consumista? Temo que el modelo de muchos jóvenes cubanos sea el de EE.UU.

 — Que hayan premiado su investigación es un paso de avance... ¿O no?

Y está a disposición de quien sea. Es pensar nada más y nada menos que en la unión de la economía y la ecología. Espero que se publique en forma de libro y todos lo puedan debatir.


*  El jurado, presidido por la argentina Estela Calloni, la venezolana Alicia Herrera y la cubana María Elena Álvarez Acosta, destacó la calidad y la variedad temática que caracterizaron a  las 180 obras concursantes, de 20 países.