martes, 31 de agosto de 2010


Piscis non grato
Terminó la etapa vacacional — aunque no el verano—, y un pez que se ganó el título de «El Pesa’o de la Fiesta 2010», no dio mayormente más angustias que su mala fama.
El Pterois volitans*, conocido como Pez León, con sus espinas venenosas desplegadas fue el monstruo de la temporada gracias a una visión hollyvudense al estilo de Orca, la ballena asesina.
Peligro hay con este animal acuático que desde hace tres años, sin que nadie lo invitara, nada en la plataforma insular cubana. Con su estilo de pavo real marino parece decir «aquí estoy porque llegué y me gusta…y me-que-do», sin embargo
Por Jorge Sariol   
FotoE.Mirand                                                                                                                                                    
                    
El espécimen parece dispuesto a quitarle el récord a la claria, otro peje —de agua dulce— que bastante trastorno ha creado en diversos hábitat cubanos; pero a esta última la trajeron sin preguntarle.
El Pterois volitans, en cambio, es una especie invasora, propia de los océanos Indico y Pacífico, y por demás venenosa. Se presume que su dispersión haya comenzado en la costa este de Estados Unidos, a mediados de los años noventa, por liberaciones irreflexivas de coleccionistas; a partir de ahí comenzó la propagación por todo el Caribe. En 2007 apareció en nuestras costas.
El uso incorrecto de la información, decisiones inconsultas, rumores mal intencionados para atemorizar al turismo y alarma para los bañistas apenas iniciaba el verano 2010, fueron eslabones de una cadena que se rompió por el punto más débil: la falta de conocimiento.                                                                                                               
Éramos pocos…
«Es una especie venenosa realmente —dice el Master en Ciencias, Ramón Alexis Fernández, especialista del Acuario Nacional— pero desde siempre existieron y existirán otras tan ponzoñosas en nuestra plataforma insular, entre las cuales están el barquito portugués y las aguas malas, los dos más virulentos y también más comunes en el verano; muy lentos además, pues llegan con el oleaje y con el movimiento de las mareas, y al igual que los erizos pueden permanecer casi inmóviles e inadvertidos en lugares donde haya bañistas; en cambio levisas y rascacios —otros de los peces de elevada toxicidad— como tienen una gran movilidad, esquivan la presencia humana, y se retiran del lugar».
Nada de esto excluye que al sentirse amenazados todos respondan agrediendo.
«Ahora hay una especie más —advierte Ramón Alexis—, y se localiza en arrecifes, seibadales, manglares, esteros, canales, debajo de muelles y puentes, y también en playas donde haya piedras y acumulaciones de desechos sólidos. Evidentemente la zona del litoral rocoso que gusta tanto a los nadadores —el Malecón habanero, por ejemplo— puede ser entorno perfecto para el pez león. Los de mayores tamaños encontrados en Cuba han sido ejemplares de 45 cm. en Isla de la Juventud; de 37 cm. en Puerto Padre, Las Tunas, y de 30 cm. en Cayo Guillermo, Ciego de Ávila. La población debiera prepararse y documentarse sobre los lugares y medidas de precaución ante los eventuales peligros, reales».
Al igual que la levisa y el rascacio, el pez león es comestible. Muchos especialistas del acuario, en los trabajos de campo probaron la carne de los ejemplares más grandes.
«Puedo asegurar que frito es muy sabroso —dice con complacencia el joven experto—. El veneno es de origen proteico y se desnaturaliza 30 minutos después de la muerte del pez. Es decir, uno espera más de media hora después de capturarlo, cuidando de que en ese tiempo no estemos en contacto con sus espinas —que en el ínterin se mantienen activas— y después de preparado... a la sartén.
«El gran peligro es otro.»
¿Es tan fiero el león…?
Como especie invasora altera el ecosistema adonde llega.
Lo peor es que tiene un mecanismo de dispersión larval muy eficaz —huevos y larvas planctónicos— y su reproducción es acelerada. En segundo lugar, la falta de enemigos potenciales, entre los cuales están los meros —cherna, guasa y aguají, que sufren de «sobrepesca»—, hace que campee por su respeto. Tiene una dieta «generalista»: come igual peces, cefalópodos que camarones comerciales.
Según observaciones, un ejemplar de Pez León puede comerse de una sentada 20 pececillos, durante un período de 30 minutos. Se logró avistar a uno acorralando e ingiriendo un Ronco —Haemulon melanurum—de un tamaño aproximado de dos tercios de su propia longitud.
A ese ritmo pueden provocar una reducción del 79 % de la fauna en un cabezo coralino. Y como colofón es un fuerte competidor al disputar refugios de otras especies.
Después de esto, ¿sería necesario explicar qué impactos podría provocar sobre las comunidades de peces nativos de la plataforma insular cubana?
El pez león llegó para quedarse, aunque lo consideremos piscis non gratæ. Y habrá que convivir con él.
 Los expertos del acuario proponen varias soluciones para su control: proteger a sus depredadores potenciales, promover su pesca, preservar el medio ambiente, sobre todo las playas, extrayendo de ellas todo lo que pudiese representar un refugio para estos peces: piedras, escombros, gomas de autos y basura. Aconsejan, además, propiciar abrigos artificiales para concentrarlos. Y sugieren precaución, naturalmente.
Todo, menos miedo.

El veneno de las espinas dorsales, ventrales y anales puede provocar graves afectaciones al ser humano. Los efectos son calambres, dolores muy intensos, cefalea, puede aumentar el ritmo cardíaco, y por lo tanto incremento de la presión arterial, taquicardia y náuseas. Todo depende de la persona, su constitución, su sensibilidad y su salud.
En caso de ser pinchado por las espinas del pez león, lo primero es revisar si quedan restos de la espina dentro de la herida y de ser posible sacarla con mucho cuidado. Luego se debería remojar o bañar la parte herida en agua caliente —a una temperatura entre 43 y 45 °C—, ya que el veneno deja de funcionar si es expuesto a agua caliente. Pero sobre todo, ir inmediatamente al médico.


Si usted observa o pesca uno o varios peces león comunicarse con el Acuario Nacional de Cuba, por los teléfonos 2036401-06 en las extensiones 276, 267 y 269, o escribir a los correos  pedroc@acuarionacional.cu hanselc@acuarionacional.cu, Tome nota de la fecha, hora, lugar, profundidad, tipo de fondo, número de peces, talla estimada. Esta información será de mucho valor para el estudio y el control de esta especie invasora en nuestro país.